Coste de la estructura financiera

El coste de la estructura financiera se refiere al coste total que una empresa incurre debido a la combinación de sus fuentes de financiación, como el capital propio y la deuda. Se calcula sumando el coste del capital propio (rentabilidad exigida por los accionistas) y el coste de la deuda (intereses a pagar), ajustado por el efecto fiscal.

¿En alguna ocasión se ha preguntado cuánto cuesta a una empresa conseguir y mantener su financiación? Independientemente del tamaño, ya sea una pyme o una multinacional, toda empresa necesita fuentes de financiación para asegurar su funcionamiento y crecimiento. Y cada fuente de financiación tiene un precio. Esto es lo que llamamos el coste de la estructura financiera. De manera sencilla, es como el «precio» que una empresa debe pagar por los fondos que recibe tanto en forma de capital propietario (dinero invertido por los propios dueños) como en forma de préstamos o créditos (deuda).

El cabo más pequeño cuenta, ya sean los beneficios esperados por los accionistas u otros inversores a cambio de su inversión (coste del capital propio), o los intereses pagados por los préstamos obtenidos (coste de la deuda). Incluso hay que considerar cómo estos costes pueden variar después aplicar las deducciones fiscales. Es decir, no todo es tan simple como parece.

En el presente artículo nos adentraremos en este fascinante tema desglosando con detalle y rigurosidad cómo se calcula el coste total que origina la estructura financiera de una entidad.

Cálculo del coste de la estructura financiera

El coste de la estructura financiera puede verse como el precio que se paga por el uso de los fondos necesarios para el funcionamiento de una empresa. Es decir, es el coste asociado a las distintas formas en las que una empresa se financia, siendo estas principalmente la deuda y el capital.

Para calcular este coste, debemos considerar tanto el coste de la deuda como el del capital. Ambos reflejan los diferentes niveles de riesgo y recompensa que estos dos mecanismos de financiación plantean para los inversores o prestamistas.

Comencemos con el coste de la deuda. Este representa la tasa a la que una empresa debe pagar intereses sobre su préstamo o bono al prestamista o inversionista. Se calcula sumando todos los pagos periódicos (intereses) asociados con la deuda y dividiéndolo por el monto total del principal. Es importante notar que este costo no incluye cualquier pago del principal originalmente tomado en préstamo.

Pasando al coste del capital, este implica un cálculo algo más complejo porque debemos considerar no solo las posibles recompensas financieras sino también los posibles riesgos. Los inversores esperan un cierto retorno por arriesgar su dinero y este retorno deseado es básicamente lo que constituye nuestro costo del capital.

Uno podría preguntarse cómo podemos medir algo tan incierto y subjetivo como las expectativas futuras. Bueno, generalmente utilizamos lo que se llama modelo CAPM (Modelo de Precios de Activos Capitales). Este modelo toma en cuenta tres factores:

  • La tasa libre de riesgo. Básicamente esto es lo mínimo que cualquier inversor espera obtener en su inversión. Por ejemplo, podríamos usar la rentabilidad actual en bonos del Gobierno, dado que se consideran prácticamente libres e riesgo.
  • El retorno esperado del mercado. Esto representa cuánto se espera ganar si invirtieramos en un portafolio bancario muy diversificado.
  • Beta. Esta es una medida estadística propia le cada compañía.

No obstante, para obtener una imagen completa del coste total puntual también debemos considerar cuánta proporción cada uno tiene dentro nuestro total financiamiento (deuda/capital). Así obteniendo un ponderado entre ambos mediante sus respectivas participaciones llegaremos a obtener nuestro WACC (Costo Promedio Ponderado del Capital), métrica comúnmente utilizada en nuestra evaluación corporativa.

En suma, calcular el costo integral financiero requiere tanto conocer términos financieros básicos,pero también exige cierta habilidad y precisión matemática acompañada con análisis estratégico tal verificar nuestras fuentes actuales son eficientes o bien merecen ser reestructuradas, potencialmente ahorrándonos significativos valores monetarios anuales.

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