Crisis estructural

La crisis estructural es una disrupción económica profunda y persistente que surge cuando la infraestructura productiva de una economía, como su tecnología, su marco institucional o sus patrones de capital y trabajo, ya no puede sostener las tasas habituales de crecimiento. Estas crisis son inherentemente difíciles de resolver sin cambios significativos en las estructuras económicas existentes.

Bienvenidos a este análisis sobre un fenómeno económico de gran escala y complejidad: la crisis estructural. En términos sencillos, se trata de una alteración grave y prolongada en la economía que tiene lugar cuando los pilares fundamentales que sostienen nuestro sistema productivo – como las tecnologías que utilizamos, nuestras instituciones o la forma en que distribuimos el capital y el trabajo- no logran mantener los niveles de crecimiento a los que estamos acostumbrados.

Cuando no conseguimos encontrar soluciones rápidas y efectivas a esta realidad es debido, precisamente, a su carácter «estructural»: el problema radica en las mismas bases sobre las cuales se asienta nuestro modo actual de producir riqueza. Como si de un edificio se tratase, si los cimientos están dañados, poco importará cuánto trabajemos en reparar el resto.

En este texto profundizaremos sobre cómo afecta el factor tiempo durante una crisis estructural. Además, analizaremos más detenidamente por qué denominamos estas crisis como “estructurales” y finalizaremos con unas conclusiones basadas en nuestros hallazgos.

¿Qué papel juega el tiempo en una crisis estructural?

El tiempo juega un papel crucial en el desarrollo, manejo y eventual superación de una crisis estructural. Para entender cómo y por qué, es necesario desglosar en tres áreas clave su impacto: la detección temprana de problemas, el espacio para la intervención estratégica y la necesidad de adaptarse a nuevas realidades.

Primero, uno de los elementos más importantes del tiempo es su implicación en la detección temprana de discrepancias económicas y sus efectos negativos. Cuanto antes se detecten estos problemas, más pronto se pueden desarrollar y poner en marcha ideas para contrarrestarlos. Por ejemplo, si se ve un incremento constante en el desempleo durante varios meses seguidos, esto puede ser un indicador de problemas estructurales con las posibilidades laborales o formación profesional necesaria en ese momento.

La detección temprana también proporciona a los formuladores de políticas y líderes empresariales suficiente espacio para armar soluciones efectivas. Intervenir a tiempo significa menor caída económica, menos pérdidas laborales e impacto social limitado.

En segundo lugar, el tiempo ayuda a determinar cuánto margen hay para implementar cambios necesarios a nivel organizativo e institucional. En algunos casos, si las señales tempranas son ignoradas o no se les presta suficiente atención debido a la complacencia o resistencia al cambio, puede resultar más difícil rectificar los problemas subyacentes más adelante.

Por último pero lo más importante es que el papel del tiempo se vuelve especialmente crítico cuando llega el momento de adaptarse a una nueva realidad después de una crisis estructural. Independientemente de qué tan rápido identifiquemos e implementemos estrategias defensivas o correctivas durante la crisis inicial, habrá cambios permanentes que requieren ajustes significativos.

Por ejemplo, tras la gran recesión del 2008 muchas empresas tuvieron que enfrentarse al hecho ineludible de que algunas vocaciones simplemente ya no eran viables como fuente constante y segura de empleo. Este tipo de cambios requiere un lapso considerable para reevaluar objetivos profesionales y organizacionales respectivos así como reentrenamiento masivo que garantice habilidades adecuadas para nuevos campos laborables emergentes

Si algo podemos aprender sobre cómo interactúa el tiempo con las crisis estructurales es que nunca trabajan aisladamente uno del otro. El tiempo puede ser nuestro aliado o nuestro enemigo dependiendo del manejo pertinente al tomar decisiones basadas en previsión futura,sabiendo siempre: cuanto antes mejor.

¿Por qué es estructural?

Hablar de una crisis es hablar de un evento perturbador que pone en jaque la estabilidad del sistema económico y financiero. Pero si queremos definir lo que conforma una crisis estructural, necesitamos sumergirnos más profundamente en sus rudimentos.

Principalmente, una crisis se considera estructural cuando emerge no necesariamente por factores externos o incidentes aislados, sino por problemas intrínsecos al funcionamiento del propio sistema. En pocas palabras, la semilla de una crisis estructural está sembrada dentro de las mismas bases sobre las cuales opera el sistema financiero y económico.

Es importante tener claro que, a diferencia de las crisis cíclicas que son parte normal del funcionamiento del mercado capitalista – donde se vive un periodo de auge seguido por uno de depresión-, una crisis estructural nace directamente como resultado del modo organizativo y funcional predominante.

Las causas pueden variar:

  • Problemas en la distribución de ingresos. Una desigualdad creciente puede ser indicativo mayoritario.
  • Deudas insostenibles. El exceso acumulativo de endeudamiento puede llegar a un punto en el cual ya no sea soportable para la economía.
  • Sobreproducción o subconsumo. Excedentes productivos inmanejables frente a la baja demanada.
  • Fallos institucionales o regulatorios. Ineficiencia o lentitud administrativa para adaptarse al cambiante entorno económico.

En consecuencia, podemos decir que una crisis es ‘estructural’ porque está fundamentada en los pilares básicos del sistema,cuestiona su integridad, su capacidad para mantenerse tal cual funciona hoy y proyectarse hacia el futuro con éxito. Cuando los elementos claves comienzan a tambalearse, es momento para tomárselo en serio ya que nos podría enfrentar tanto al colapso como el cambio profundo del modelo predominante.

Para culminar con esta explicación entendible para todos los interesados en estos temas tan importantes pero usualmente complejos, cabe destacar que abordar una crisis estructural implica hacer ajustes profundos y duraderos tanto en la manera como se operativiza la economía como las finanzas globales. No sólo representa un desafío hercúleo por su magnitud inherente sino también porque plantea dilemas importantes sobre qué tipo de modelo queremos seguir sosteniendo.

Conclusiones

En definitiva, son diferentes factores los que pueden dar lugar a una crisis estructural. No se puede simplificar el fenómeno a una sola causa o efecto, ya que suele ser el resultado de una combinación de condicione internas y externas que construyen la base sobre la cual se despliega.

Hay aspectos del sistema económico global que fomentan las crisis estructurales. El primero de estos es la naturaleza volátil e inestable del mercado capitalista, que en su búsqueda constante de crecimiento y ganancias maximiza los riesgos financieros y económicos. Esto puede generar burbujas especulativas y su posterior estallido causa un shock económico que origina las crisis.

Segundo, las políticas gubernamentales también juegan un papel significativo en alentar o ralentizar estas crisis. Si las medidas tomadas por los gobiernos complican aún más la economía, esto puede desembocar en una crisis estructural prolongada y difícil de solucionar.

Tercero, otra causante está vinculada con la instauración de actividades productivas insustentables o prácticas comerciales desigualitarias que terminan provocando estragos económicos a largo plazo.

Aunque cada crisis es un fenómeno específico y único, hay ciertas características comunes observables:

  • Desempleo creciente. Una debacle económica típicamente viene seguida por altas tasas de desempleo.
  • Reconfiguración industrial. La producción suele reorganizarse tanto a nivel nacional como internacional.
  • Aumento de la pobreza. Desafortunadamente, es una consecuencia inevitable cuando falla el sistema económico.
  • Cambios sociales importantes. Las turbulencias financieras pueden conducir a cambios sustanciales en la organización social del trabajo.

Es importante señalar que hay margen para enfrentarse a estas situaciones con eficacia mediante políticas adecuadas. En algunos casos históricos se ha demostrado cómo acciones reguladoras bien pensadas han conseguido poner freno al desarrollo completo e incluso revertir algunas crisis estructurales antes de llegar al colapso total.

Parece claro entonces que para prevenir futuros episodios similares es crucial fortalecer nuestras reglas macroeconómicas y financieras globales para prever este tipo de brechas sistemáticas y actuar preventivamente antes de llegar al extremo crítico donde entra en juego lo peor del fenómeno: el alto coste humano derivado en términos reales como pérdida directa o indirecta por el aumento del desempleo, decremento palpable del bienestar social o incremento notable dela pobreza extrema entre otras serias repercusiones socioeconómicas negativas.

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